viernes, 18 de enero de 2008

Carta a un amigo



Aitor: de tus manos, siempre tan generosas con nosotros, hemos recibido la colección completa de la revista RUMBOS (qué tú nos envías para realizar copia digital e incorporar a nuestra base de datos “Miguel Hernández periodista”, que como sabes ya contiene cerca de 150 referencias) editada en Talavera de la Reina, en 1935, por aquel pintoresco escultor llamado Víctor González Gil, y al que Miguel debió conocer a través del pintor oriolano Francisco de Díe. A la vista de estas hojas, ya amarillas por el paso del tiempo, de estos papeles viejos tantas veces perseguidos, es inevitable que nos haya quedado un regusto extraño, apenas tintado por el color de la melancolía. Digámoslo claro, no fue una gran revista, aunque, y digámoslo con idéntica claridad, qué pocas de aquellas han resistido el paso del tiempo. Con todo y con eso, a la decepción inicial, ha seguido la alegría de poder contemplar en la primera página de su número 2 (del 15 de junio de 1935), el soneto “Pastora de mis besos”, que en ese momento, y tú bien lo sabes, no era otra cosa que uno de aquellos silbos que ensayaba como gorgoritos nuestro poeta, en aquel titánico empeño por encontrar su voz, evitando el empleo de aquellas otras prestadas, ¡cuánto le costó encontrar el tono!, y que a la postre vendría a formar parte de su libro El rayo que no cesa (como soneto 11), si bien aquí apareció despojado de aquel título pastor, aunque manteniendo ese inigualable endecasílabo inicial, aquel lastimero “Te me mueres de casta y de sencilla”, tan único de Miguel y especialmente dedicado a aquella modistilla con la que andaba en disputa, su Josefina Manresa, mientras gozaba de los favores de aquella alocada pintora. Hemos visto que el poema apareció impreso junto a unos alambicados Retazos del propio Víctor González Gil, que este realizó tan a la manera de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, y podido advertir que contiene una simpática errata tipográfica final, al figurar fechado en Madrid-Febrero-1335, junto al nombre de su autor. Sabes que, y esta vez sí, sin errores, del 1 de febrero de 1935, es la conocida carta que desde Orihuela dirigió Miguel al talaverano, y que reprodujo en facsímil Muñoz Hidalgo en la página 91 de su “Cómo fue Miguel Hernández”, junto a un retrato que Víctor le realizara y que, según nos cuentas, todavía conserva su familia:

Víctor, supongo que te habrán aumentado la subvención en la Diputación de tu provincia castellanísima ya que has abandonado tu pintoresco estudio donde tenías radio, y luna y gatos en las noches sobre los tejados... No precisas dirección para escribirme: con poner mi nombre y mi pueblo basta. Aquí me conocen hasta las ratas.

Ahora hemos podido saber que la revista, subtitulada con el tan pomposo lema de “Mensual de las artes y de la vida”, publicó sus 5 números entre mayo y septiembre de aquel año de 1935, y que precisamente (y ya es casualidad), en ese mismo número segundo, publicó, tal vez sus primeros versos, otro conocido poeta, que aquí firmaba como R. Morales Casas, y que no es otro que el Rafael Morales, con quien, en la inmediata posguerra, José Luis Cano, inauguró sus Adonais, editando aquellos Poemas del toro, que tanto suenan a Miguel. Cuantas cosas más debieron pasar en aquellos días de luna y gatos, de los que algo más hemos aprendido a través del catálogo que nos envías, “Víctor González Gil, 1912-1992”, editado en el 2006 por el Ayuntamiento de Talavera, aunque, por hoy y si no te importa, conviene aquí y así dejarlo.