miércoles, 28 de mayo de 2008

FAENAS DE ALIÑO




Es sabido que Miguel Hernández trabajó a las órdenes de José María de Cossío redactando fichas biográficas de toreros con destino final en la enciclopedia LOS TOROS: tratado técnico e histórico. El propio Cossío en su Carta a Luis Ponce de León titulada “Miguel, en la memoria” (La Estafeta Literaria, n. 365, 25 Marzo 1967, p. 15) lo confesaba: “Tuve la fortuna de tenerle a mi lado en la editorial Espasa-Calpe, y en mi libro Los toros, especialmente en el tomo de biografías de toreros...y yo sabría señalar muy bien las biografías de alguna importancia que él escribió...”. Pero no lo hizo, o era más verdad que no lo recordaba. Aún así, en una entrevista con Juan Cano Ballesta (realizada en julio de 1969, en La Casona de Tudanca) afirmó la plena libertad de la que dispuso el oriolano para redactar aquellas biografías, llegando a identificar la del torero Tragabuches como realizada por Miguel Hernández, por esa tendencia del poeta “a dar formas más vivas, dramáticas y novelescas a la narración”. Algo más supimos, también en 1969, cuando Manuel Molina, en aquel hermoso libro suyo que merece reeditarse (Miguel Hernández y sus amigos de Orihuela), de la malagueña factoría de Ángel Caffrarena para las Publicaciones de la Librería Anticuaria El Guadalhorce, daba a conocer por vez primera dos cartas de Miguel a su amigo Carlos Fenoll, escritas a comienzos del verano de 1936. En una de ellas le dice: “Te mando esa fotografía de Lagartijo y te mandaré algunas de diestros famosos...Ayer he hecho la biografía de Antonio Reverte, un tipo soberbio. La de Espartero, también la tengo hecha. Cuando me toca hacer la historia de un torero de esta clase gozo mucho, porque veo en ellos un corazón como catedrales...”. El ya citado Cano Ballesta decidió publicar la biografía de Tragabuches en el libro hernandiano “Poesía y prosa de guerra y otros textos olvidados”, que realizó junto a Robert Marrast (Ayuso, 1977), argumentando que sólo creyó necesario incluir una muestra, según él la más representativa. Así lo hizo de nuevo, en octubre de 1985, para el número 4 (22 de octubre) de aquella magnífica revista de literatura y toros QUITES entre sol y sombra, que dirigieron en Valencia, Tomás March, Salvador Domínguez, Carlos Marzal y Antonio Doménech. En definitiva, y siguiendo este criterio, la edición de las Obras Completas del oriolano acabarían recogiendo tan sólo esta biografía, como una muestra de su labor biográfico-taurina.


En su correspondencia hay varias referencias que no dejan duda de que Miguel Hernández acabó ciertamente harto de aquellos “monótonos y cornudos asuntos”. Así, a Carmen Conde le confesaba “me angustia seguir haciendo biografías de toreros sin importancia”, y a Juan Guerrero Ruiz, “no puedo soportar más estar días encerrado entre cuatro paredes y agotando mi mano y mi cabeza en cosas que no quiero”. De todos modos, de algo había que malvivir, y como ¡más cornás da el hambre!, aquellos “cuarenta duros” que recibía por su trabajo no sirvieron para ilusionar demasiado a alguien que, establecido ya en la villa y república, tan sólo pretendía triunfar como poeta. Tampoco sería tan ciclópea la empresa como la pintaba en carta con membrete de Espasa-Calpe y desde Ríos Rosas, 26 a su Josefina Manresa: “Me dices en tu primera carta que quieres que te diga qué clase de trabajo es el que hago y es tan complicado decírtelo que no se entenderás cuando te lo diga. Mira estoy haciendo con otro amigo mío muy rico una Enciclopedia taurina, o sea: escribir la vida de todos los toreros que hay y que ha habido ; una faena que me tendrá ocupado muchos años”. Es cierto que, literariamente no fueron más que faenas de aliño, tan parecidas a las que se ve obligado a realizar el diestro cuando la fiera no acompaña, no quedando más remedio que dar dos pases de compromiso y reclamar que salgan las mulillas de inmediato. De todos modos, no dejamos de preguntarnos por cuántos textos de su época de guerra, no menos acertados y realizados igualmente por compromiso como estos, sí fueron recogidos y editados, porqué no recoger, al menos, aquellas biografías de las que el poeta afirmó haber realizado (las páginas que anotamos se corresponden con la edición del tomo III de la enciclopedia Los toros, Madrid, 1945):

José Ulloa, Tragabuches (p. 962-964)
Antonio Reverte Jiménez (p. 770-774)
Manuel García y Cuesta, Espartero (p. 337-343)
Rafael Molina Sánchez, Lagartijo (p. 610-619)

Francisco Martínez Marín, en su biografía de Miguel Hernández añadía (por habérselo referido un aficionado local) que también podía ser suya la ficha de Enrique Vargas González, Minuto (p. 972-975), quien por cierto inauguró el 31 de agosto de 1907 la Plaza de Toros de Orihuela, junto a Lagartijillo Chico y Bienvenida. Y, puestos a fabular, ¿acaso no fuera suya la biografía de Ignacio Sánchez Mejías (p. 875-881) ante cuya muerte el oriolano dejara escrito su poema “Citación- fatal”, que intentó, sin éxito, publicar en el ABC.? ¡Hoy, quién lo sabe!



(NOTA: Las ilustraciones de esta entrada son del pintor murciano Ramón Gaya)

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