jueves, 9 de agosto de 2007

Ciudadano TNT

¿Quién se acuerda hoy de Tomás Navarro Tomás? Puede que todavía en las universidades sean de uso sus manuales de filología: aquel de Pronunciación española, el de Entonación, el de Métrica, o sus conocidos Estudios de fonología española. Pero, aún así, nos preguntamos si alguien recuerda sus ediciones de Santa Teresa o Garcilaso, o quién conoce sus trabajos para la protección de nuestro patrimonio bibliográfico durante la guerra civil.

Ahora, en su tierra, la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha le rinde el homenaje debido, con una exposición en el Museo Municipal de Albacete Tomás Navarro Tomás 1884-1979: El laberinto de la palabra”, en cuya versión virtual, podemos seguir, desde la narración de lo que pudiéramos considerar el principio de unas memorias, hasta el audiovisual ("Tomás Navarro Tomás, uno de los más leales") entresacado de la exposición “Biblioteca en guerra”. De otro lado, y en edición de Ramón Salaberría, se acaba de editar un libro-homenaje “Tomás Navarro Tomás: ciudadano TNT”, que recoge textos sobre su persona y su obra, a cargo de Rafael Lapesa, Alonso Zamora Vicente, Federico de Onís, Cristina Calandre, Pablo Corbalán y Xesús Alonso Montero, así como algunos escritos del filólogo, poco o nada conocidos y relacionados con sus tareas de salvamento y protección del patrimonio bibliográfico. En uno de ellos, pone como ejemplo de buen hacer, los trabajos que realizó, con tantísima eficacia, el oriolano Justo García Soriano en nuestra ciudad.



Nacido en el albaceteño La Roda (1884), falleció en el norteamericano Northampton (1979) con 95 años. Había pertenecido al Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios, desempeñando tareas en el Archivo de Ávila y en el Histórico Nacional de Madrid. Discípulo aventajado de Ramón Menéndez Pidal, comenzó a trabajar en trabajos filológicos para el Centro de Estudios Históricos, ingresando en 1935 en la Academia de la Lengua. Estudioso y maestro de fonética y dialectología, colaboró en el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (1931-1936). Fue el organizador del proyecto ARCHIVO DE LA PALABRA. Ya con la guerra civil española fue nombrado director de la Biblioteca Nacional, en sustitución de Miguel Artigas, con quien, por cierto, sostuvo una agria polémica alrededor del salvamento y custodia del tesoro bibliográfico español durante aquellos tres años. Formó parte muy activa de la Junta de Protección del Tesoro Artístico, siendo Presidente del Consejo Central de Archivos y Bibliotecas. Junto a José Moreno Villa, inventarió los libros traídos desde el Monasterio del Escorial. Es verdad que ocurrieron hechos lamentables, a todos los niveles, en lo tocante a patrimonio, lo que no justificaba en modo alguno el panorama desolador que planteaba Artigas. En octubre de 1937 viajó a Moscú como integrante de la delegación española que asistió a los actos conmemorativos del vigésimo aniversario de la revolución soviética.

En relación con Miguel Hernández, ya nunca sabremos cómo y cuando se conocieron, aunque es seguro que así fue. Algunas de las frases del texto que hoy hemos querido recuperar, así nos lo demuestran. Con toda probabilidad el encuentro se produjo durante la guerra civil, en el Madrid asediado o en la, algo más tranquila, Valencia. Ahora hemos sabido que Miguel Hernández, como comisario de Cultura, pudo poner en marcha un proyecto que había prometido al cubano Pablo de la Torriente, la creación de una Biblioteca para la Brigada a la que pertenecía. Su texto, “INAUGURACIÓN DE LA BIBLIOTECA”, no recogido en sus obras completas, fue publicado en el periódico AL ATAQUE: Órgano de la 1ª Brigada Móvil de Choque (año I, n. 5, del 6 de febrero de 1937, en su página primera): “Los libros, los que se han escrito y se escriben con el corazón,... piden a gritos ojos que los descifren, los comprendan y los respeten”, dijo en aquella alocución. Aunque Navarro Tomás se había trasladado a Valencia a finales de noviembre de 1937, no sería descabellado pensar que pudo asistir a dicha inauguración, que se produjo el 31 de enero de aquel año.

El texto, “Miguel Hernández. Poeta campesino en las trincheras”, fue publicado (junto con los poemas Recoged esta voz, Llamo a la juventud y El niño yuntero) por la revista valenciana NUEVA CULTURA (Año III, n. 1, marzo 1937), como anticipo del poemario hernandiano Viento del pueblo (editado en septiembre de 1937), en donde se incluiría como prólogo (Valencia : Socorro Rojo, 1937)

"Miguel Hernández, nacido en Orihuela (Alicante), tiene veinticinco años. Es hijo de unos humildes pastores de cabras. Desde niño ha trabajado en el cuidado del ganado y en cultivo de la tierra. Aprendió las primeras letras en una escuela de Orihuela. Pasaron primeramente por sus manos algunas de las mediocres novelas por entregas que las editoriales de este género de literatura sembraban por los pueblos. En un círculo obrero de su ciudad natal encontró libros de nuestros autores clásicos. Un amigo, estudiante, le proporcionó obras de Antonio Machado, de Juan Ramón Jiménez y de otros poetas contemporáneos.
Publicó sus primeras poesías en un periódico local. En 1932 dio a conocer en un librito unas octavas reales nacidas bajo la fascinación del Polifemo, de Góngora. Cruz y Raya le publicó en 1934 un auto sacramental. En 1936 ha reunido una serie de sonetos en un nuevo librito titulado El rayo que no cesa. Tiene, además, una obra de teatro inédita, El labrador de más aire, drama manchego, en verso, en que, bajo la forma clásica, presenta un trozo de vida popular, campesina, con sus luchas y afanes modernos.
Al estallar la guerra, Miguel Hernández se inscribió en el 5º Regimiento. Primeramente trabajó en la construcción de fortificaciones. Después, destinado a Infantería, ha luchado como miliciano en la Brigada del “Campesino”. Sus últimas composiciones, poesía de guerra, escritas en el campo, en las trincheras, ante el enemigo, han aparecido en el periódico de milicianos Al Ataque, y se han reproducido en numerosos periódicos murales. En muchos casos, sus recitaciones exaltando los ánimos de sus camaradas han hecho vibrar los campos con aplausos enardecidos.
Sus veinticinco años cargados de experiencia, fecundados con las enseñanzas de la vida pobre, áspera y difícil, han madurado su figura varonil y su alma de pastor, poeta y miliciano. Siente con amplitud y profundidad la tragedia de España, el sacrificio del pueblo y la misión de la juventud. Sirve a su pueblo como poeta y como soldado. Su espíritu, encendido en un puro ideal de justicia y libertad, se vierte generosamente en sus composiciones poéticas y en su vida militar. El caudal de sus sentimientos lucha con la dificultad de la palabra y del verso, sin encontrar siempre la forma de expresión justa y adecuada. Se percibe la pugna interna entre el ímpetu de una vigorosa inspiración y la resistencia de un instrumento expresivo insuficientemente dominado. Pero esta misma forma, labrada con visible esfuerzo y tenacidad, contribuye en cambio a reforzar la impresión de honda y cálida sinceridad emocional que sus composiciones reflejan.
En el efecto de sus recitaciones, las cualidades de su estilo hallan perfecto complemento en las firmes inflexiones de su voz, en su cara curtida por el aire y el sol, en su traje de recia pana, en su justillo de velluda piel de cordero y hasta en el carácter de su dicción, fuertemente marcada con el sello fonético del acento regional. Sus ademanes son sobrios y contenidos y su expresión enérgica, grave y concentrada. Hay una ardiente exaltación en el recogimiento de su gesto y en la fijeza e intensidad de su mirada. No es de extrañar que, como él mismo dice, su espíritu se sienta más compenetrado con el aliento de los campos de Castilla que con el de los huertos levantinos. La dignidad del tono, del ritmo y del concepto, hacen revivir en sus labios en muchos pasajes las resonancias épicas del Romancero."


“Es preferible hablar una lengua humildemente bien, que orgullosamente mal”, nos dejó dicho este hombre ejemplar.

Procedencia de las imágenes:

1.- Fotografía de Tomás Navarro Tomás: entresacada del Archivo gráfico de la Revista Triunfo, donado a nuestra Biblioteca por quien fuera su director, José Ángel Ezcurra. Fue incluida en el artículo de Andrés Amorós, publicado en el n. 870 (29 de septiembre 1979, en su página 44), al poco tiempo de su muerte.
2.- Cubierta del libro-homenaje editado por la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en este mismo año (ISBN 978-84-7788-460-6)
3.- Portada de Nueva Cultura, tomada de la edición facsímil (Madrid : Turner, 1977) realizada para la colección “Biblioteca del 36: revistas literarias de la segunda república española”.

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