miércoles, 14 de noviembre de 2007

Acuse de recibo

Aún a riesgo de que este blog pueda llegar a parecerse al Negociado de los Bombos Mutuos (o el lugar de los comentarios recíprocos), debemos reseñar y dar cuenta de la última salida en papel de la revista Perito (Literario-Artístico) (número 18, noviembre 2007) recibida de las siempre generosas manos de su director y coordinador, Ramón Fernández Palmeral, anotando que, como sus anteriores números, éste puede también leerse, en su versión digital, en el sitio web de la revista.
Abren con un buen artículo del profesor Jesucristo Riquelme, Invitación a la poesía. Miguelhernández: compromiso que no cesa (p. 3-5), una muestra más de su reiterado fervor y buen hacer hernandianos. Este texto es una ampliación del que ya apareciera en el semanario La Vega es (n. 149 del 24 de enero de 2003) con el título entonces de El espíritu hernandiano (I): Que en las venas de la tierra se escogió. Para hacerse una idea del tono, basten estas palabras escogidas: “... un ciudadano de humilde extracción con un deseo intuitivo e irrefrenable de ser escritor, y que, en apenas cinco años... pasa del anonimato a erigirse en prototipo de poeta del pueblo, todo un símbolo que identifica vida y poesía”. Tan sólo la literatura pudo justificar una vida tan desgraciada en sí misma. Miguel Hernández quiso ser poeta, él se sabía poeta (María Zambrano, ya lo advertía en su carta a Ramón Pérez Álvarez de 11 de enero de 1979: si Federico García Lorca es el símbolo del poeta asesinado, Miguel lo es del hombre que no podía ser sino poeta). Luego la vida, tan desatenta, no quiso acompañarle, viéndose obligado a considerar “la literatura como antídoto de la desesperación”. Si como el toro nació para el luto y el dolor, con su instinto acertó a dejarnos un puñado de poemas que, todavía hoy, nos maravillan y conmueven. Quien sabe sentir, sabe decir, dejó escrito Unamuno, y, ciertamente, el oriolano sintió y dijo.
En la página 6 se reproduce, y es lástima que sólo en parte, nuestra entrada del miércoles 19 de septiembre pasado que titulamos El lápiz rojo. Y decimos que es lástima, pues tiene poco sentido insertar solamente nuestra glosa y no lo que realmente importa, a saber, el texto de periodista Manuel Cerezales, que fuera tan enérgicamente censurado en su día y que permaneció inédito hasta ahora en que ha sido rescatado del Archivo de Juan Guerrero Zamora. Hubiera bastado con anotar un enlace directo con la dirección electrónica de estos jardines, para que el lector interesado pueda conocer y juzgar un documento casi perdido.

A continuación, y entre las páginas 7-10, figura un artículo del propio Fernández Palmeral, Miguel Hernández en Juan Rejano, del que debemos, empleando aquello que se conoce como fuego amigo, anotar algunas imprecisiones, como por ejemplo que no son de Rejano los libros que se le atribuyen, Poesías de la guerra (1937) y Héroes del sur (1938), sino de Pedro Garfias, aunque de todos modos, y ya en el exilio, Garfias recogió su voz más comprometida en un nuevo libro que tituló Poesías de la guerra española (México : Ediciones Minerva, 1941), con prólogo, esta vez sí, de Juan Rejano, fechado en julio de 1941 y titulado Memoria de una poesía (p. 5-13) y viñeta en la cubierta de Miguel Prieto (este libro puede visitarse en la web del Centro Asturiano de México). Asimismo, publicó Garfias en México un breve libro titulado Elegía a la presa de Dniesprostroi (Ediciones Diálogo, 1943) que contenía 4 cantos: Oda a Stalingrado, A la muerte de José Díaz, Canto a Stalin, y el que daba título al libro. Así también nos parece que queda corto nuestro buen amigo Fernández Palmeral cuando menciona, sólo de pasada, que Rejano dirigió durante diez años la Revista Mexicana de Cultura. En 1947 se le encargó crear y dirigir esta revista, que no fue otra cosa que el suplemento dominical de cultura del periódico El Nacional, y que él, efectivamente dirigió con acierto entre 1947 y 1957, pero también desde 1969 hasta 1975, un año antes de su muerte. En él fue publicando su conocida sección CUADERNILLO DE SEÑALES, en la que dedicó, que sepamos, dos entregas a Miguel Hernández (el 27 de octubre 1942 y el 14 de diciembre 1952), que en su día recibimos para nuestra sección desde el Archivo Central del P.C.E y desde la Fundación Juan Rejano, en donde le homenajearon con una exposición de la que nos queda el magnífico catálogo Juan Rejano: memoria de un exilio (Ayuntamiento de Puente Genil, 2000), con acertadísimo texto de María Teresa Hernández Fernández, tal vez quien mejor conoce entre nosotros de su vida y obra. En cuanto al poema dedicado por Juan Rejano a la muerte de Miguel Hernández y que se reproduce en la revista, tan sólo indicar que, previamente a su inclusión en el Libro de los Homenajes (México: U.N.A.M., 1961) había aparecido en la revista editada en México por los exiliados afines al Partido Comunista de España (entre otros, Miguel Prieto, José Renau, Wenceslao Roces, Luisa Carnés, Pedro Garfias, Juan Rejano, Adolfo Sánchez Vázquez), y dirigida por Juan Vicens, Nuestro Tiempo: revista española de Cultura (año I, número 1, julio 1949, páginas 48-50). Algún día debemos conseguir una copia de la cinta que, procedente del Archivo Histórico de Radio España Independiente, fue entregada en los 80 en el Archivo Central del P.C.E.: en ella y precedida de unas palabras de Juan Rejano figura la voz de Miguel Hernández recitando la Canción del esposo soldado.
Bajo el epígrafe Hernandianos, y entre las páginas 11-13 figura la bibliografía dedicada a Miguel Hernández por el profesor Juan Cano Ballesta. Toda una vida.
Por último, figuran referencias al oriolano en el artículo (páginas 16-19) "Ilustres damas españolas: “Centenario del nacimiento de Carmen Conde Abellán (1907-2007)”, escrito por Manuel-Roberto Leonís.

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