miércoles, 19 de septiembre de 2007

El lápiz rojo

La Fundación Cultural Miguel Hernández recibió en el 2005, y de manos de Alejandra Guerrero Torray todo cuanto quedó del archivo de su padre, Juan Guerrero Zamora (1927-2002), relacionado con Miguel Hernández, y que hoy reposa, convenientemente ordenado y catalogado, en nuestra sección hernandiana. Al final, y como casi siempre, tan sólo los restos de un naufragio. A este fondo (AJGZ) acudiremos en más de una ocasión en la deriva que nos hemos propuesto realizar por este río, con la certeza de que en el mismo se contienen algunos documentos de interés (cartas, manuscritos, artículos y recortes de prensa y revistas, fotografías).

El propio Guerrero, entre las páginas 1 a 10 de aquel polémico, malgré soi, libro que tituló “Proceso a Miguel Hernández: el sumario 21.001” (Madrid : Dossat, 1990), se vio en la obligación de realizar un relato-recuerdo de cuanto sucedió tras la publicación de sus dos primeros libros sobre el oriolano, a saber, su “Noticia sobre Miguel Hernández” (1951), y su “Miguel Hernández, poeta (1910-1942)” (1955), del que hoy nos interesa hablar: así fue que, estando ya en prensa por la imprenta del Instituto de Cultura Hispánica, esta edición se vio salpicada por una agria polémica (que algún día visitaremos, y en la que se vieron envueltos, entre otros, Jorge Vigón y Dionisio Ridruejo) a raíz de la aparición de la breve Noticia sobre Miguel Hernández. Fue la polvareda de tal envergadura que el ICH tuvo que negar, varias veces como Judas, que hubiera tenido el propósito de editar este libro. Se pudo leer, entonces, desde, “cualquier español identificado con el Movimiento nacional debe sentir repugnancia a lanzar ni anunciar siquiera un libro semejante”, hasta “¡aún tendremos que pedir perdón a Líster!”. Santiago Magariños, director de la editorial del ICH, al parecer, tuvo que exiliarse tras la que se organizó, no sin antes entregar a su autor el original único de aquella obra y un juego de pruebas de imprenta. Pasado el tiempo, quien había sido ministro de Justicia del gobierno de Franco y prologado aquel terrorífico “Causa general : la dominación roja en España”, Eduardo Aunós, hacía poco que regentaba la editorial Ediciones y Publicaciones, solicitando a Guerrero, para su colección El Grifón de Plata, este libro, firmándose el contrato de edición el 12 de abril de 1954. Tras un primer y obligatorio pase por la censura, fue prohibida su salida, siendo posteriormente Florentino Pérez Embid quien, con condiciones pactadas, autorizó que viera la luz el 20 de mayo de 1955. Nos dirá: “la recepción crítica fue, dicho sea sin vanidad, entusiasta. Pero sólo tuvieron tiempo de manifestarla Enrique Sordo en REVISTA y Antonio Valencia en ARRIBA. Un tercer análisis, no menos encomiástico y debido a la pluma de Manuel G. Cerezales, sólo pude conocerlo por las galeradas—del diario INFORMACIONES—que su autor me envió confirmándome lo que el fatídico lápiz rojo había escrito encabezando aquellas: NO AUTORIZADO...” Casi la totalidad de la edición tuvo que ser enviada por Aunós a las Américas para ser allí vendida y ante el inminente aviso de secuestro dictado por Juan Aparicio. Tal vez sea esta la razón de que en el catálogo de las Bibliotecas Públicas del Estado que ya contiene cerca de 9 millones de registros tan sólo figuren 8 ejemplares de este libro.

Hoy hemos querido alumbrar aquel texto de Manuel Cerezales (1909-2005), “no autorizado” por el lápiz rojo de la censura y que no pudo ser publicado por el madrileño INFORMACIONES. El texto llegó hasta Juan Guerrero con la siguiente nota:

“Manuel G. Cerezales saluda afectuosamente a Juan Guerrero Zamora y le envía las galeradas de un artículo—cuya publicación no fue autorizada—sobre el libro Miguel Hernández”

















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